Estudios arqueológicos sugieren que las esferas de piedra fueron creadas por las sociedades cacicales del Delta del Diquís, con fines ideológicos, políticos y ceremoniales. También fueron utilizadas como símbolos de rango y estatus social.
Se han identificado alrededor de 300 esferas cuyo tamaño va desde pocos centímetros hasta más de 2,66 metros de diámetro, alcanzando un peso de hasta 25 toneladas. La fabricación de las esferas se asocia a una tradición artística milenaria entre los años 400 a.C. hasta 1500 d.C. Las esferas fueron trabajadas a partir de grandes bloques de piedra ígnea como gabro, granodiorita y andesita, así como rocas sedimentarias de tipo calizo y arenisco. Su elaboración demuestra gran talento y destreza de los artesanos, así como conocimiento del entorno y de las condiciones topográficas del terreno para su traslado y colocación.
En 1943, en revista American Antiquity, se publica el primer artículo sobre las esferas, el cual fue escrito por la arqueóloga costarricense Doris Stone. El mismo motivó a Samuel Kirkland Lothrop (del Peabody Museum y la Universidad de Harvard), a investigar el área en la cual se estaban descubriendo las primeras esferas de piedra. En 1963, Lothrop publicó sus investigaciones en su libro Archaeology of the Diquís Delta. Desde entonces, el Museo Nacional, en conjunto con universidades nacionales e internacionales, ha promovido varias investigaciones arqueológicas en los principales sitios arqueológicos.
En 1970, las autoridades del Gobierno iniciaron acciones de protección de las esferas de piedra precolombinas y sus emplazamientos. En esa misma dirección, el Museo Nacional inició el trabajo de recuperación de esferas que habían sido trasladadas por personas particulares a instituciones públicas, empresas, casas de habitación e incluso, al extranjero.
Cabe destacar, que en 1971 una esfera fue llevada, por solicitud del estadounidense Samuel Adams Green, conocido coleccionista y restaurador de arte y con la autorización del Museo Nacional a Fairmount Park Association (en Filadelfia) y otra, a la Embajada de Costa Rica (en Washington D. C.).
El 05 de noviembre de 1980, dos esferas fueron subidas a un camión a solicitud del Ministerio de Cultura, con el fin de reubicarlas en la Plaza de la Cultura, en San José. Sin embargo, los estudiantes del Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Osa, bloquearon la Carretera Interamericana, para evitar el paso de dicho camión. Este evento se ha considerado como el primer movimiento social en Costa Rica en defensa de un patrimonio arqueológico cultural. Se destaca que al bloqueo se sumaron estudiantes del Colegio Nocturno de Osa, así como vecinos y vecinas.
Gracias al apoyo de instituciones y organizaciones, lo cual incluyó a la Guardia Rural, se logró re direccionar el camión que traía las esferas, a las instalaciones del Colegio. Luego de tres días de negociación, el 08 de noviembre de 1980, se descargan las esferas en la plazoleta del Colegio, en donde han permanecido hasta el momento actual.
En diciembre de 1981 la Asamblea Legislativa decreta la Ley 6703 Ley sobre Patrimonio Nacional Arqueológico, en donde señala que todos los objetos arqueológicos son propiedad del Estado, esto incluye las esferas de piedra.
En 1999, el señor Adams propuso al gobierno de Costa Rica, la creación del Parque de las Esferas en Finca 6. También con su apoyo y a través de la Landmarks Foundation, se logró el regreso de las primeras ocho esferas al cantón de Osa
En misma fecha, la historiadora Melania Ortiz Volio, entonces Directora del Museo Nacional, visitó el sitio en compañía del afamado escultor costarricense Jorge Jiménez Deredia y el conocido crítico de arte francés Pierre Restany. Su interés era el conocer, de primera mano, el mundo cósmico de las esferas de piedra. Tras esa visita, Jiménez Deredia sugiere que la creación del Parque abarque más espacio territorial siempre en Finca 6.
La propuesta de crear un Parque de Esferas fue llevada al Departamento de Arqueología, del Museo Nacional, cuyo seguimiento quedó bajo la responsabilidad del arqueólogo costarricense Francisco Corrales. A partir de entonces se empiezan a dar los primeros pasos hacia la candidatura y al mismo tiempo la arqueóloga Ifigenia Quintanilla, comenzó a trabajar con las comunidades de la zona, sensibilizando a las mismas, respecto a la relevancia arqueológica de las esferas y su valor como patrimonio cultural.
Es entonces que en el 2001, se incluyen los sitios con esferas de piedra en la Lista Indicativa de sitios de patrimonio mundial de la UNESCO. Este es un paso anterior que se debe cumplir para su posterior candidatura. Tres años más tarde, la misión de la UNESCO visita los sitios con esferas para evaluar una solicitud de asistencia preparatoria y valorar las posibles relaciones de los alineamientos de esferas con fenómenos celestes. (Corrales 2016)
Esa misión permitió revisar los términos de la candidatura, por lo que, la idea de la creación de un parque con esferas se transforma en un proyecto de otra magnitud y se escoge la categoría de nominación a “Paisaje Cultural Delta del Diquís”, en la que se reconocería los asentamientos precolombinos, pero también la conformación de un paisaje cultural particular producto del enclave bananero que por más de 50 años se desarrolló en el lugar.
En el 2009 el Centro de Patrimonio Mundial visita los sitios con esferas en una nueva misión y como producto se reformula de nuevo la candidatura con base en la iniciativa temática “Prehistoria y Patrimonio Mundial”. Ésta valora los sitios más allá de su monumentalidad, al centrarse en su aporte para entender el proceso de desarrollo de la humanidad. Es así, que la nominación tuvo el título de “Asentamientos cacicales precolombinos con esferas de piedra en el Diquís” e incluyó los sitios Finca 6, Grijalba-2, Batambal y El Silencio. (Corrales 2016).
Sin embargo, para alcanzar la nominación era necesario cumplir con los parámetros de protección, conservación, manejo y puesta en valor. Una nueva misión en el 2010 de expertos en arqueología, conservación y gestión patrimonial orientaba el proceso de nominación.
Al completar los requisitos, nuestro país presentó el expediente de candidatura a inicios de 2013. La nominación se fundamentó en uno de los criterios establecidos por el Comité de Patrimonio Mundial: “Aportar un testimonio único o al menos excepcional de una tradición cultural o de una civilización existente o ya desaparecida”.
Posteriormente, ICOMOS realiza una misión de verificación y da el visto bueno a la candidatura a inicios del 2014 y esto allanó el camino para la declaración de patrimonio mundial en la 38ava reunión anual del Comité de Patrimonio Mundial en Doha, Catar, de la candidatura seriada “Asentamientos precolombinos cacicales con esferas de piedra del Diquís” presentada por el Estado Parte de Costa Rica, mediante la Decisión: 38 COM 8B.44 (Corrales 2016).
Mientras tanto que el Museo Nacional canalizaba sus esfuerzos en la nominación, otras iniciativas nacionales pretendían reafirmar el legado cultural de las esferas de piedra. Entre éstas cabe señalar a nivel local el primer Festival de las Esferas realizado en 2006 y el proyecto comunitario Casa museo Finca 6, el cual dio pie para la creación del Sitio Museo Finca 6. Y a nivel nacional, el proyecto de ley presentado en el 2011 por la entonces diputada Xinia Espinoza Espinoza cuyo propósito era el declarar las esferas, como símbolo nacional de Costa Rica, así como reconocer como de interés público y cultural, el estudio de las mismas. El proyecto además instruía al Ministerio de Educación Pública incluir el tema en los Programas de Estudios Sociales. El 16 de julio de 2014 se aprueba la iniciativa por la Comisión Plena Primera de la Asamblea Legislativa.
Finalmente, en junio de 2014, la UNESCO declaró el conjunto de asentamientos cacicales precolombinos con esferas de piedra ubicados en el Delta del Diquís, Patrimonio de la Humanidad. Este conjunto de asentamientos conformado por los sitios: Finca 6, Batambal, El Silencio y Grijalba 2, son un testimonio excepcional de las complejas estructuras políticas, sociales y productivas que caracterizaron a las sociedades precolombinas
Investigaciones realizadas sugieren que la fabricación de las esferas de piedra estuvo por más de mil años, en manos de artesanos especializados. El complejo proceso de elaboración requirió, entre otros, de lo siguiente:
Las esferas fueron trabajadas a partir de bloques grandes de piedra ígnea, entre ellas el gabro, la granodiorita y la andesita. Se han identificado esferas de piedra elaboradas a partir de rocas sedimentarias, tales como las calizas y las areniscas.
Se estima que el proceso de trabajo consistió en desbastar bloques grandes de piedra hasta conseguir una forma fácil de transportar la pieza, hasta su locación final. En este punto, la escultura adquiría su acabado final empleando la técnica de pulido y picado con herramientas de piedra como las mazas, percutores, cinceles y punteros.
Es probable que los artesanos especializados aplicaran calor para desprender las capas, así como también, que utilizaran utensilios de madera para darles la forma redonda. En el proceso se usaban abrasivos como la arena y los cueros para tratar la superficie, emparejarla, alisarla y pulirla. Se desconoce cómo se transportaron los bloques de piedra hasta su locación final. Es probable que el transporte requiriera del uso de palancas y bases de rodamiento.
No existen registros orales ni escritos en relación con el uso y significado asignado a las esferas. Los estudios arqueológicos sugieren que las esferas de piedra fueron empleadas como símbolos de rango y estatus social, tanto de personajes, con un nivel social y político especial, como de aldeas, comunidades y regiones dentro de la lógica sociopolítica de los cacicazgos del Pacífico Sur de Costa Rica. Se cree que existía una correlación entre el tamaño, el acabado y la cantidad de esferas en una comunidad, con el prestigio e importancia de la aldea y sus ocupantes.
Las esferas también han sido identificadas en sitios donde fueron colocadas, de acuerdo con patrones y alineamientos especiales. En este contexto, podrían estar relacionados con ceremonias y actos rituales o espirituales donde se reforzaría la identidad grupal, o bien, podrían ser marcadores temporales con los cuales se controlaban los ciclos agrícolas y se medía el movimiento del sol y los astros en el firmamento. No obstante, el uso y significado de estas esculturas depende del contexto arqueológico dentro del cual han sido identificadas.
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Fortalecimiento de grupos agrícolas del Litoral Pacífico de Costa Rica